“El deporte es uno de los culpables que a mis 80 años tenga aun la capacidad y la voluntad para seguir jugando”.

Esta reflexión y otras tantas surgidas, después de haber soplado unas cuantas velitas que sus amigos le encendieron en homenaje a su octagésimo aniversario, las pudimos transcribir del mismo Pablo Vejar, el pasado sábado 13 de agosto, cuando sus hijos decidieron que los homenajes se hacen en vida.

Y, fue parte de su vida la que nos dio a conocer en un ameno diálogo interrumpido, algunas veces por el alto volumen de la música y por el cambio de cerveza que energizaba el ambiente festivo del Centro Latino.

Pablo Vejar nació cerca de la Plaza Colón en el Rubio del café sabroso. A los 12 años empezó a fabricar sus propios instrumentos de juego y ya, a los 15, buscaba lugar en los seleccionados regionales y en el propio Deportivo Rubio infantil donde su habilidad para jugar a la pelota ya se había hecho evidente.

En su recorrido como beisbolista va al estado Aragua donde además de su mejoramiento profesional como docente le sobresale su velocidad en los jardines que hace que el equipo Purina de Maracay se interese por sus servicios. “Regresé a Rubio en el año 64 y  en febrero del 65,  Tulio Hernández me da la oportunidad de ingresar a la categoría doble A.

Campeonatos locales y nacionales colman el segundo quinquenio del 60, entre los que destaca el gran relevo que hizo en el segundo inning para ganarle a Falcón. “Fue una de las hazañas que más disfruté y la que más recuerdo, sentencia el Viejo Pablo Vejar, a la altura de la tercera pilsen.

Su crecimiento profesional como docente lo llevó a ser director del Liceo de Rio Chiquito, cargo que, por ese entonces, se lograba por mérito y estudio hasta que llegó la jubilación en el año 88.

Directivo de las dos zafras que se hicieron de la Liga Andina, aquel experimento que funcionó con la ayuda de los equipos del beisbol profesional de Venezuela y que lastimosamente se vino a pique por falta de apoyo económico. “Hicimos cuanto se pudo para retener el evento, pero las circunstancias nos obligaron a desistir de ese bonito espectáculo”.

A Pablo Vejar no se le notan cicatrices o secuelas por su dilatada trayectoria deportiva. Ni como futbolista, ni como basquetbolista, deportes que dice haber practicado con mucha solvencia. Tampoco de beisbolista. Sus brazos permanecen alineados y no con algún desplazamiento como suele suceder en algunos lanzadores de curva de dedos separados.

9 hijos, doce nietos, un bisnieto y entre jocoseria le gritan, desde el rincón que Pablo fue muy democrático, pues a cada hijo le buscó una mamá para que no se pelearan. “Este es el espectáculo del deporte”, dice sonriente el viejo Pablo, antes de asistir al cantico del cumpleaños feliz donde sus más íntimos amigos y parte de su familia le expresan el deseo por más años pletóricos de vida y softball.